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Una Pequeña Reflexión...

  • La dama de seda
  • 5 jul 2015
  • 2 Min. de lectura

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Existió alguna vez, hace mucho tiempo, un noble y poderoso rey. Dicho rey tenía muchos hijos e hijas. El rey amaba por sobre todas las cosas a sus hijos, pero El deseaba saber si sus hijos también le amaban por sobre todas las cosas. Así que decidió acercarse a una de Sus hijas y hacerle una prueba. Su hija tenía un jardín muy hermoso. Era lo más preciado que ella tenía. Ahí plantaba flores de todo tipo: rosas, guirnaldas, orquídeas... En fin. Pero había una flor en particular, la que ella más amaba. Y su padre lo sabía. Se acercó y le dijo: -Hija mía, ¿me amas más que todas las cosas? Ella, muy segura, le contestó: -Padre mío, tu sabes todas las cosas, tu sabes que te amo. -Regálame la flor más hermosa que tienes.

La princesa, sorprendida porque el rey le pidiera eso, le dijo: -Padre mío, hay más flores en el jardín, ¿porqué quieres precisamente esa flor? El rey sonrió, le dio un beso en la frente a su hija y se marchó del jardín. Pasado un tiempo, el rey volvió a visitar a su hija y le hizo la misma pregunta: -Hija mía, ¿me amas por sobre todas las cosas? -Padre mío, tu sabes todas las cosas, tu sabes que te amo. -¿Por qué no me regalas tu flor favorita? La contestación fue la misma. -Padre mío, hay más flores en el jardín, ¿por qué precisamente esa flor? El rey volvió a sonreír, volvió a darle un beso en su frente y se marchó. Por tercer ocasión, el rey visitó a su hija. -Hija mía, ¿me amas por sobre todas las cosas? -Padre mío, tu sabes todas las cosas, tu sabes que te amo. -¿Me regalarás tu flor?

La muchacha, con mirada triste, le replicó: -Padre mío, tu sabes cuánto amo este jardín y todo lo que en el hay. Pero esa flor es especial, ¡trabajé muy duro! Esperé mucho, mucho tiempo para que germinará y creciera. No es una flor que yo pueda encontrar donde quiera. Esa flor es realmente especial para mí. No puedo rey mío, no puedo... Pero el rey no se dio por vencido, y la visitó por última vez. -Hija mía, ¿me amas por sobre todas las cosas? Ella suspiró profundamente, y con lágrimas en sus ojos, le mostró la flor: -Aquí está mi flor, padre mío, la que tanto amaba... Ahora es tuya. El rey abrazó fuertemente a su hija y recibió la flor en sus manos. Ella le había demostrado que lo amaba más que cualquier cosa en este mundo.

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